My name is Bridget, I witnessed a murder. I ran to my sister Siobhan for help. Siobhan killed herself and I assumed her identity.
Como cualquier lector habitual de este blog sabrá, Buffy Cazavampiros es mi serie favorita de todos los tiempos. Sin embargo, eso no quiere decir que haya seguido la irregular carrera artística de sus protagonistas. Nicholas Brendon, aparte de tener un Twitter horriblemente coñazo, no ha hecho nada digno de mención. Alyson Hannigan es la mejor parada y, salvo sus intervenciones en American Pie, poco más he visto, ya que Cómo conocí a vuestra madre no me gustó nada y apenas he visto una temporada y algún capítulo suelto. Anthony Stewart Head ha tenido diversas apariciones (una de ellas en la imprescindible La Dama de Hierro), al igual que James Marsters. El resto de secundarios han tenido carreras muy dispares y, sobre todo, marcadamente secundarias, aunque sus Twitters son muy entretenidos y recomiendo seguirlos si se quiere estar al día de las idas y venidas de esos actores.
Y quedaba Sarah Michelle Gellar. Centrada en el cine, Gellar ha pasado de interpretar a una de las amigas de la pandilla de Scooby Doo (curiosamente, Buffy y sus amigos se denominaban Scoobies) a tener papeles más o menos importantes en películas como Verónika decide morir, aunque muchas de sus películas han sido tan malas que han ido directamente al mercado del DVD. Por eso, cuando se anunció que la CW había apostado por Ringer, decidí darle una oportunidad a pesar de que esa cadena, destinada principalmente al mercado adolescente, no ofrecería un producto de gran calidad. Y así ha sido. Es más, Sarah Michelle Gellar no llega ni de lejos a la intensidad interpretativa que tenía en Buffy, a pesar de poder interpretar prácticamente 4 papeles diferentes en la serie.
Con una premisa interesante, Ringer se ha acabado convirtiendo en una noria argumental en el que el cambio brusco de dirección ha sido una constante en toda la temporada, dejando la historia original olvidada en muchas ocasiones para «profundizar» en otras que, realmente, no llevaban a nada y que han acabado teniendo más importancia que la que, en principio, daba atractivo a la serie: la huida de Bridget Kelly del programa de protección de testigos perseguida de cerca por el traficante y asesino Bodoway Macawi y su nueva identidad suplantando a su suicida hermana gemela, Siobhan Martin, dentro de la jet-set neoyorkina y su relación con Andrew Martin, el marido de su hermana.
A pesar de que la historia original no hubiera podido dar para mucho, aunque tal vez para una temporada completa sí, lo cierto es que la segunda parte de la temporada es un continuo no parar de ideas cada vez más y más exageradas, con la llegada de la ex-mujer del marido de Siobhan y más minutos para Olivia Charles, la socia de Andrew, que desembocarán en intentos de asesinatos varios y con la amenaza de crear una nueva crisis financiera, argumentos que, en muchos momentos, rozan la vergüenza ajena por lo absurdo de las situaciones. Además, nuevos personajes entrarán de forma injustificada en la serie (el chófer – guardaespaldas que sólo aparece en los capítulos en los que no aparece Malcolm, el amigo y mentor de Bridget en Narcóticos Anónimos, es quizás lo más bizarro de toda la temporada) y robarán protagonismo a muchos de los personajes originales, como el Detective Machado, que debe ser el agente más indisciplinado del FBI desde los tiempos de John Mulder.
Sin embargo, los últimos capítulos de la temporada suben mucho el nivel (tampoco son una maravilla, pero comparado con el resto…), especialmente la finale que es de notable alto, y consiguen resolver no sólo los cabos sueltos e incoherencias (aunque recurren al recurso facilón de los flashbacks), sino hacer avanzar la historia y los personajes, llevando a extremos insospechados a algunos de ellos, como Henry Butler, el amante de Siobhan. Pese a todo, la amenaza de cancelación sigue pendiendo sobre la serie, ya que ni ha dado los resultados de audiencia esperados ni las críticas han sido positivas, siendo una serie que, sin ser una comedia, ha provocado muchas risas entre los espectadores, incluyéndome a mí. Realmente, no es una serie para ver y tomársela en serio, sino para echarse unas risas con ese rollo Melrose Place elevado a un millón que tiene y tratando de imaginar en qué pensaban los guionistas (entre los que destaca Jay Faerber, por lo menos para los lectores de cómics) y productores al plantear según qué cosas.